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Hola, mi nombre es Imerio Matos. He creado este blog para expresar muchas ideas que rondan por mi mente. Algunas están relacionadas con temas polémicos otras simplemente con gustos y proyectos que me gustaría emprender. Mi intención es colocar aquí cuanta cosa me llame la atención, desde un verso hasta una receta de cocina, desde una crítica hasta consejos de horticultura o crianza de animales de granja.
Son bienvenidos los comentarios respetuosos y sinceros. No son bienvenidas las notas cínicas, sarcásticas o maliciosas.
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miércoles, 5 de enero de 2011
La lealtad mal entendida
Hace casi tres décadas, en mis días de estudiante universitario, me vi envuelto en una situación que afectó mi reputación delante de mis compañeros de estudio. Me encontraba en una clase de deportes o educación física. El profesor había separado a los estudiantes en dos grupos: el primero practicaría tenis; el segundo haría ejercicios aeróbicos. A casi nadie le gustaba hacer los ejercicios aeróbicos, incluyéndome. En esa ocasión, uno de mis compañeros discretamente se evadió del segundo grupo y se unió al que practicaba tenis, una actividad por demás entretenida.
En cierto momento el profesor preguntó dónde estaba este estudiante y nadie excepto yo le contestó. Por mi parte le indiqué al profesor que el citado compañero de clases se hallaba en el otro grupo, practicando tenis. El profesor se puso furioso. Se dirigió a la cancha y con el gesto de pasarse la mano por el cuello le hizo saber a este estudiante que estaba reprobado.
Todos mis compañeros me criticaron, incluso aquellos que no les parecía bien lo que había hecho nuestro compañero de estudios. Aunque sorprendido, no cambié mi manera de pensar ni la he cambiado hasta ahora. Sin embargo, ahora puedo entender la razón del malestar producido en mis otros compañeros. Es un fenómeno conocido como lealtad mal entendida.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la lealtad es el “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”. Entre el movimiento Scout se define la lealtad como “la fidelidad a los ideales y a los hermanos” o miembros, de esta organización. Obsérvese que en ambas definiciones se le da prioridad a ser fiel a las leyes, normas o principios de la comunidad y en segundo orden se coloca la fidelidad a las personas que componen dicha comunidad.
En la experiencia personal que conté al principio, la lealtad mal entendida se manifiesta en la priorización de la lealtad a las personas más que a los principios. Este error moral no es para nada extraño. Se evidencia en la lealtad ciega al líder carismático, la solidaridad indiscutible hacia miembros del sindicato, compañeros de estudio, miembros del equipo o del club, correligionarios, vecinos, coterráneos, etc. Simón Bolívar dijo en 1810: “Españoles y canarios, contad con la muerte aun cuando seáis inocentes. Americanos, contad con la vida aunque seáis culpables”. Sin querer discutir las razones que motivaron la anterior declaración bolivariana, el resultado de la misma fue una guerra sanguinaria que durante catorce años barrió América Latina, donde murieron muchos inocentes y se glorificó a muchos criminales.
Es muy peligroso caer en esta falla moral, especialmente para el cristiano que debe guiarse por principios bíblicos. En la Biblia abundan las advertencias en contra de la parcialidad y las exhortaciones a la aplicación de los principios y leyes de Jehová antes que la defensa de familiares y amigos. Un ejemplo crudo es el que se encuentra en Deuteronomio 21:18-21 donde se puede leer: “En caso de que un hombre llegue a tener un hijo terco y rebelde, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre, y ellos lo han corregido, pero él no quiere escucharles, entonces su padre y su madre tienen que asirlo y sacarlo a los ancianos de su ciudad y a la puerta de su lugar, y tienen que decir a los ancianos de su ciudad: ‘Este hijo nuestro es terco y rebelde; no escucha nuestra voz, es glotón y borracho’. Entonces todos los hombres de su ciudad tienen que lapidarlo, y él tiene que morir. Así tienes que eliminar de en medio de ti lo que es malo, y todo Israel oirá y verdaderamente llegará a tener miedo.”
Otro ejemplo es el que se halla en 1 Timoteo 5:22, donde en parte podemos leer: “No te hagas partícipe de los pecados ajenos”, o como dice una versión católica “no te hagas cómplice”.
El cristiano o la cristiana que deliberadamente encubre las faltas graves de otros o entorpece la investigación que se esté haciendo para esclarecer los hechos en cuestión, bajo el argumento de que se trata de sus amigos o familiares cercanos, es un cómplice que asume parte de la responsabilidad de los hechos malos cometidos.
Los jóvenes son particularmente propensos a caer en este error moral. Debido a su inexperiencia y su falta de formación tienden a ocultar conscientemente los males cometidos por sus amigos, sin entender que esta solidaridad automática lejos de beneficiarles más bien los perjudica, pues les priva de recibir la corrección y disciplina necesarias para ser personas “de bien”. El resultado normalmente es la comisión de males mayores que cuando son descubiertos resultan en consecuencias más desagradables, y a veces, mortales.
Pero, aunque común en los jóvenes, la lealtad mal entendida se observa a veces en los adultos. De ahí que el cristiano y la cristiana maduros deben estar en guardia a fin de no permitir que el sentimentalismo o la solidaridad automática les impidan salir en defensa de los principios bíblicos aun cuando estén envueltos familiares y amigos. Padres, madres, hermanos carnales y espirituales, superintendentes y siervos de tiempo completo, han de hacerse un autoexamen cuando las circunstancias se lo exijan, de modo que su lealtad sea, primero a Jehová, a sus principios y a su organización, y luego a los demás que les rodean.
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