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Hola, mi nombre es Imerio Matos. He creado este blog para expresar muchas ideas que rondan por mi mente. Algunas están relacionadas con temas polémicos otras simplemente con gustos y proyectos que me gustaría emprender. Mi intención es colocar aquí cuanta cosa me llame la atención, desde un verso hasta una receta de cocina, desde una crítica hasta consejos de horticultura o crianza de animales de granja.

Son bienvenidos los comentarios respetuosos y sinceros. No son bienvenidas las notas cínicas, sarcásticas o maliciosas.


viernes, 5 de febrero de 2016

Del conuco al huerto urbano

He leído con atención las declaraciones de conciudadanos venezolanos de distintas corrientes del pensamiento, con relación al tema de la huerta familiar, huerto urbano, conuco, gallineros verticales, cultivos hidropónicos y demás denominaciones. En unas denigrando ciegamente la idea de tales emprendimientos y en otras alabando, también ciegamente, las bondades de los mismos.

Para empezar quisiera dejar en claro que la huerta urbana no puede ser tratada como un tema político ni ideológico. La huerta urbana es un concepto que incluso está ganando adeptos en las naciones capitalistas modernas de Europa y América, donde los productos “orgánicos”, es decir, los producidos sin aditivos químicos industriales y con semillas no transgénicas, son más costosos que los productos industrializados. En estos países los productos orgánicos se han convertido no solo en un medio para complementar la alimentación familiar sino que también son un componente más de la oferta de mercado, aunque, decirlo es necesario, solo ocupan un muy pequeño porcentaje de esa oferta, que según la FAO está en el orden del 20% en esos países modernos (En las economías emergentes y en los países más pobres ese porcentaje es significativamente menor).

Huerto urbano
Es necesario aclarar también que ese 20% de participación en el mercado de productos orgánicos no proviene propiamente de las huertas urbanas sino de emprendimientos industriales que incorporan técnicas mecanizadas de cultivo, que optimizan el uso de fuentes sustentables de energía y que se adaptan a las condiciones culturales de las comunidades, sin usar pesticidas ni ningún otro producto industrial tóxico ni genéticamente modificado.

¿Puede una nación como Venezuela impulsar el concepto de huerta urbana y la generación de productos orgánicos? Sí, claro que puede. ¿Puede la huerta urbana en Venezuela ser la solución para el desabastecimiento de productos agroalimenticios en las actuales circunstancias? No; lamentablemente. La huerta urbana no consiste en sembrar una planta de pimentón o de tomate en una maceta. Para tener una huerta urbana sustentable en primer lugar se necesita espacio. Una familia de 4 o 5 miembros necesita de unos 10 metros cuadrados de espacio para satisfacer sus necesidades de hortalizas con una huerta urbana, es decir se necesita una parcela de 2 x 5 metros completamente cultivada, lo que en la realidad se convierte en una parcela de al menos 15 metros cuadrados pues se necesitan unos 5 metros cuadrados para poder movilizarse entre los cultivos. ¿Quién posee una parcela de esas dimensiones si vive en un apartamento? Incluso viviendo en una casa en cualquiera de las barriadas caraqueñas, ¿quién puede darse el lujo de contar con ese espacio disponible?

Por otro lado, ¿posee la población el conocimiento técnico necesario para que la huerta urbana sea productiva? Difícilmente. Por ejemplo, la huerta urbana necesita de abonos orgánicos y la mejor forma de obtenerlos es el compostaje y la vermicultura. Pero hacen falta más de seis meses para obtener abono orgánico a partir de esos métodos, además de que es necesario conocer cuáles desechos pueden utilizarse para el compostaje y cómo deben procesarse. Por otro lado, deben sumarse otros 2 metros cuadrados a los 15 de cultivo para ubicar la compostera o la vermicompostera.

Además, ¿sabe la población cómo obtener semillas viables? ¿Sabe cómo almacenar esas semillas? ¿Sabe cómo germinarlas? ¿Sabe en qué época del año deben sembrarse? ¿Sabe cuáles son las necesidades de riego de la huerta? ¿Tiene acceso a suficiente agua? ¿Puede obtener agua de lluvia y tiene suficiente espacio para almacenarla? ¿Sabe cuáles enfermedades y plagas son comunes a las especies vegetales sembradas y cómo prevenirlas y combatirlas? ¿Sabe cómo construir y mantener una compostera?

¡Ojala alguien tomara estas preguntas y las hiciera entre los habitantes de cualquier comunidad urbana! Podría apostar que más del 95% de los encuestados contestarían negativamente a más del 70% de las preguntas.

Aquí se debe indicar que no es lo mismo una huerta urbana que un conuco. Cuando hablamos de un conuco estamos hablando de un método de cultivo de subsistencia que no toma en cuenta el uso óptimo de los recursos ni usa métodos eficientes de producción. Hablar de un conuco es retrotraernos a la agricultura de hace 200 años donde se quemaba el terreno después de la cosecha y el riego era por inundación. En una ciudad supondría un peligro prenderle fuego al patio de la casa y no sería conveniente dejar la llave del agua abierta para regar el cultivo. Un conuco propiamente dicho necesitaría más espacio para producir la misma cantidad de alimentos que una huerta urbana moderna.

Por eso, si el Estado venezolano quiere ponerse como meta a mediano plazo (5 a 10 años) impulsar la producción de alimentos en huertos urbanos de modo que cubra un porcentaje importante de las necesidades de las ciudades, debería comenzar por incluir de manera obligatoria los conocimientos agrícolas en todos los niveles de educación, incluyendo el universitario. Esto debería incluir no solamente la teoría sino también la práctica, lo que implica contar con espacios agrícolas en todas las escuelas, liceos y universidades, tanto públicas como privadas. Además debería contar con docentes capacitados que inculquen estos conocimientos a la población escolar. Todo esto requiere dinero, pero principalmente se necesita tiempo, y esto es justamente lo que no tenemos en este momento.

Así que lamentablemente la solución al desabastecimiento actual de productos agrícolas, tanto animales como vegetales, deberá comenzar con la importación de los mismos, mientras se estimula a los grandes productores nacionales. Venezuela como país tiene la capacidad de autoabastecerse de casi todos los productos agropecuarios que consume su población. Pero para lograrlo debe dejarse a un lado la ideologización de la producción agrícola y aceptar de una vez y para siempre que Carlos Marx y Adam Smith nunca sembraron una hortaliza ni criaron un pollo.