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Hola, mi nombre es Imerio Matos. He creado este blog para expresar muchas ideas que rondan por mi mente. Algunas están relacionadas con temas polémicos otras simplemente con gustos y proyectos que me gustaría emprender. Mi intención es colocar aquí cuanta cosa me llame la atención, desde un verso hasta una receta de cocina, desde una crítica hasta consejos de horticultura o crianza de animales de granja.

Son bienvenidos los comentarios respetuosos y sinceros. No son bienvenidas las notas cínicas, sarcásticas o maliciosas.


sábado, 5 de agosto de 2017

Eres lo que piensas de ti mismo – Madurez vs Inmadurez


Somos lo que pensamos de nosotros mismos. Por ejemplo, si tú crees que eres inteligente y trabajador, si crees que eres apreciado por muchos, si tienes un buen concepto de ti mismo, si crees que eres exitoso, entonces eso serás. Si por el contrario, consideras que eres estúpido y perezoso, si piensas que nadie te quiere, si crees que no vales nada para nadie, si te consideras un fracasado, pues eso serás.


Lobo o perro ¿qué eres tu?
Eso no significa que quienes pertenecen al primer grupo siempre les va bien, ni que los que pertenecen al segundo grupo siempre les va mal. La diferencia entre uno y otro grupo es la actitud hacia la vida que vive, y por consiguiente mientras un grupo se concentra en los aspectos positivos de su vida y la valora en base a estos, el otro grupo hace todo lo contrario. Es posible incluso que ante iguales circunstancias individuos de ambos grupos tengan opiniones diametralmente opuestas. Sirva de ejemplo la siguiente anécdota: Dos vendedores fueron enviados a una zona muy remota donde la gente no acostumbraba a usar zapatos. El primero observó la situación y escribió su reporte: “No invirtamos esfuerzos en esta zona. La gente acá no le interesa comprar zapatos”. El otro también escribió su reporte: “Las posibilidades de venta son enormes. Le podemos vender zapatos a todos, porque casi nadie tiene zapatos”.

Tristemente conforme avanzan los años he visto que más y más personas se suman al grupo de negativos. “Nadie me quiere”, dicen. “No sirvo para nada”. “Si muero a nadie le haré falta”. “Ya tengo XX años y no he hecho nada en la vida”, y un largo etcétera de expresiones negativas. Estos deprimidos negativistas envidian la felicidad o satisfacción de los demás, y miden su propia satisfacción en si han o no conseguido lo que a otros supuestamente les hace felices. “Si yo tuviera un cónyuge (o hijos, o un carro, o un apartamento, o un trabajo como el de él, o si pudiera tomar vacaciones, o si pudiera hacer esto o aquello) entonces sería feliz”.

Por regla general, estos individuos sienten lástima de sí mismos y se consideran víctimas de los demás. Además les gusta hacer pública su miseria, por eso vemos en las redes sociales la multiplicación de mensajes negativos como pidiendo a los demás que desmientan lo que ya ellos han concluido de sí mismos. Si uno fuera como ellos les dijera: “Tienes absolutamente toda la razón: Es verdad que no sirves para nada”. Pero por misericordia y humanidad uno, en el mejor de los casos, no les responde, aunque ellos interpreten esto como una reafirmación de lo que escribieron. “¿Ves? A nadie le importo”.

¿Cómo se podría salir de esa espiral de negativismo? No es fácil. Una vez que he decidido que todo lo que hago me sale mal, sin importar lo que haga, en mi mente concluyo que nada de lo que hago sirve. Así que lo primero que debe hacer quien está en esa situación es convencerse a sí mismo que es una persona de éxito. Eso no significa que no tenga uno o muchos fracasos de vez en cuando, sino que no importa qué le pase seguirá esforzándose por ver las cosas de la mejor manera.

“Pero ¿cómo me convenzo de que soy exitoso”. Es necesario dejar de valorarse en base a comparación de resultados, y empezar a valorar los esfuerzos realizados. Pongamos un ejemplo: Tienes 35 años y aún no te tienes pareja. Muchos de tus amigos y otros conocidos contemporáneos ya se han casado o han dicho claramente que no les interesa cambiar su estado civil. Pero tú quieres casarte. Esa es tu meta desde que jugabas al papá y a la mamá con tus vecinitos. Lamentablemente has tenido algunos desengaños amorosos, eligiendo mal en más de una ocasión. “¿Por qué no puedo conseguir a alguien como lo hizo mi amigo?”, te preguntas, y en esa pregunta cometes tu más grande error al comparar tu vida con la de otro.

Pregúntate más bien: ¿Qué quiero de mi futura pareja? ¿Qué características emocionales debería tener? ¿Cómo quiero que me trate? ¿Qué puedo ofrecer a cambio? ¿Soy una persona estable y madura? ¿Soy dependiente o independiente? Obviamente quien desea casarse, sobre todo si es hombre, debe contar con una fuente de ingresos que le permita cumplir con la responsabilidad de satisfacer las necesidades básicas de su futura familia. A pesar del feminismo, aún no está bien visto el hombre que vive del trabajo de su esposa. Pero más importante que eso es la estabilidad emocional que se pueda brindar, y las personas negativas son todo menos estables.

La estabilidad emocional o la madurez no se adquiere al cumplir cierta edad. Hay gente inmadura de 65 años, y gente madura de 18 años. La madurez física se adquiere cerca de los 25 años o poco antes, pero eso no está necesariamente ligado a la madurez emocional. Muchas personas han vivido experiencias traumáticas en su niñez y adolescencia que les han afectado en cuanto a su madurez emocional. Es decir, algunos han tenido que madurar más rápido, mientras que otros han necesitado más tiempo para madurar, o puede que jamás lo hagan.

En el patio de mi casa había muchos árboles de mango que por lo general producían unos frutos de entre 10 a 12 cm de largo. Sin embargo, en algunas ocasiones se producían pequeños frutos de 6 o 7 cm extremadamente dulces. Y en otras ocasiones algunos frutos no maduraban sino que se quedaban pequeños y verdes hasta que se secaban. Claro que las personas no son frutas y la anterior comparación no es exacta. Era solo para ilustrar que la madurez puede acelerarse, retrasarse o detenerse.

El psicólogo Dan Kiley describió a unas personas que no desean o no pueden madurar. Lo llamó el síndrome de Peter Pan, como el famoso personaje que odia el mundo de los adultos y vive en una eterna infancia de juegos y fantasía. Este es un extremo a donde se puede llegar y no pretendo explayarme en esta patología, sino solo mostrar que hay gente que nunca madurará. Algunas de las características de este síndrome (más no las únicas) son la baja autoestima y su comportamiento negativista y rebelde. Además no están satisfechos con su vida y sus logros, pero no hacen nada para mejorar. Temen estar solos y tienen muy baja o nula tolerancia a la frustración.

Tal vez usted conozca gente con esas características y eso no significa que padecen el síndrome de Peter Pan, pero definitivamente son personas con problemas de madurez emocional. Una vez alguien los describió como “borrachos mentales”. Así como una persona borracha camina haciendo zigzag, buscando algo o alguien de quien sostenerse para no caerse, iniciando conflictos e inventando enemigos, la persona inmadura emprende una dirección y luego se tuerce hacia otra, necesita estar agarrándose de otros y dependiendo emocional y físicamente de ellos, y es proclive a arranques de ira y le echa la culpa a los demás.

Si usted es una persona a la que le está costando madurar lo más probable es que necesite de ayuda terapéutica, es decir, ha de consultar un psicólogo. Si dos o más de sus amigos le han dicho que debe madurar lo más probable es que tengan razón. Sí es posible salir de ese estado de adolescencia perpetua, pero deberá comprometerse a aprender a enfrentar los problemas y experiencias de la vida.


La ayuda profesional así como la resolución que se muestre en ser una mejor persona te convertirá en una persona de éxito.