Bienvenidos

Hola, mi nombre es Imerio Matos. He creado este blog para expresar muchas ideas que rondan por mi mente. Algunas están relacionadas con temas polémicos otras simplemente con gustos y proyectos que me gustaría emprender. Mi intención es colocar aquí cuanta cosa me llame la atención, desde un verso hasta una receta de cocina, desde una crítica hasta consejos de horticultura o crianza de animales de granja.

Son bienvenidos los comentarios respetuosos y sinceros. No son bienvenidas las notas cínicas, sarcásticas o maliciosas.


jueves, 11 de noviembre de 2010

Alberto y Julia

Las siguientes dos piezas son algo nuevo que estoy ensayando. Yo diría que son unos embriones de piezas de ficción teatral. Se trata de un diálogo entre dos personajes, marido y mujer, en ambientes propios de una relación de pareja de edad madura. Estas dos piezas son cortas: unas 650 palabras cada una. Ambas llevan un mensaje implícito, pero a la vez cuentan con un cierto sentido de humor negro que les arrancaran al menos una sonrisa. Espero que las disfruten.

 

Prologo:

Alberto y Julia son una pareja cincuentenaria. Llevan treinta años casados. Tres hijos: El mayor, Alberto José, de 27; la hija, Juliana, de 25; y el menor, Julio Andrés, de 20. Solo el menor aun vive con ellos. De clase media trabajadora, Alberto y Julia han tenido que trabajar duro para conseguir y mantener su nivel de vida y darle educación universitaria a cada uno de sus hijos. Alberto es contratista de obras civiles. Junto con su padre trabajó de albañil, plomero, electricista, jardinero y chofer. Julia tomó un curso de secretariado y administración de empresas al terminar su educación media. Conoció a Alberto cuando este iniciaba su microempresa y se casaron. Juntos levantaron su familia y el negocio familiar. Ahora casi están retirados y dejan mucho del trabajo en manos de sus dos hijos mayores.

 

Feis-buc

Son alrededor de las 10:00 de la noche. Alberto está sentado dentro de la cama del matrimonio con su nueva computadora portátil. Llegó tarde a la tecnología pero ha emprendido la tarea de actualizarse como todas las cosas en su vida: como si mañana se fuera a acabar el mundo. Julia se acuesta a su lado para mirar la pantalla de la computadora.

Julia – ¿Qué haces, negro?

Alberto es blanco como la leche aunque su ya escaso cabello era negro como el carbón, pero Julia siempre lo ha llamado Negro. Alberto no sabe, y no se atreve a preguntar, la razón de tal apelativo. Pero a veces piensa que lo de Negro le hace recordar a los esclavos.

Julia – ¿Qué haces, negro?

Alberto – Leyendo el Facebook

Julia – ¿El Feis-buc? ¿Eso es una página pornográfica?

Alberto – ¿Pornográfica? No, mi amor, es una red social.

Julia – Una red social ¿Y eso que es?

Alberto – Pues una página donde te puedes relacionar con gente con la que quizás tienes tiempo sin ver o que no tratas con mucha frecuencia o a la que te gustaría conocer.

Julia -- ¿Y con quién te has relacionado últimamente?

Su meteorólogo marital le dice a Alberto que el clima está por cambiar.

Alberto – Con mucha gente. Clientes, familiares, antiguos amigos del colegio. Los muchachos también tienen una cuenta acá en el Facebook. De hecho fue Julio Andrés el que me enseñó a crear una cuenta. Mira. Acá está su foto. Y aquí está la de Juliana y esta es la de Alberto José.

Julia – Uhmm ¿Y esta mujer quién es?

Alberto – Una excompañera del colegio. No la conoces. Se llama Encarnación. Tenía más de 30 años que no sabía de ella. Acá también están otros de aquella época: José Marcano, Teresa Fuentes, Pedro Torres, Luis Vargas. Todos hemos coincidido por el Facebook y hasta hemos pensado en hacer una fiestecita para recordar viejos tiempos. Claro que llevando a nuestros actuales esposos y esposas.

Julia – Ok. ¿Y esta niña tan coqueta quién es?

Alberto – ¿No la reconoces? Esa es Carmen, la excompañera de tesis de Juliana. Tu sabes cómo es ella ¿te acuerdas de las fotos de la graduación de Juliana? ¿las poses que asumió? Sí que es loca esa muchacha.

Alberto escucha su meteorólogo marital: “Lluvias dispersas con posibilidades de tormentas eléctricas si sigue la conversación”

Julia – ¿Y esta otra niña?

Alberto – Esa es Gina, la hija del Sr. Giusseppe de la constructora Cappressi. Me hizo una invitación y la acepte entre mis contactos

Julia – Un momentico Sr. Alberto

Alberto siempre se sorprende de la facilidad con que Julia cambia de Negro a Sr. Alberto

Julia – ¿Me está usted diciendo que esa niña de 18 años le invitó a usted y que usted sin más ni más aceptó y ahora está entre sus contactos? ¿A dónde le invitó esa niña? ¿Quién más está entre sus contactos? Yo sabía que ese Feis-buc sí era una página pornográfica. No me está gustando esa nueva manía que tienes ahora con las computadoras y el celular. Te la pasas todo el día en el trabajo metido en esas maquinas y cuando llegas acá es lo mismo. Y para colmo te relacionas con esas niñas. Mucho cuidado Sr. Alberto, mucho cuidado. Tú sabes muy bien quién soy yo.

Alberto apaga la computadora, se levanta de la cama y entra en el cuarto de su hijo menor

Alberto – Julio Andrés, dice tu mamá que le expliques lo del Facebook y que le enseñes a crear una cuenta. Acá tienes mi nueva portátil. Por cierto, está tan interesada que creo que no te va a dejar dormir de tantas preguntas, así que hoy yo voy a dormir en tu cuarto. Hasta mañana.

Y mientras su hijo quedaba boquiabierto con la portátil en las manos, Alberto cerraba con seguro la puerta pensando si lo que acababa de hacer era ser buen padre.

 

El Partido

Son las 9:30 de la noche del viernes y Julia está sentada frente a su peinadora en su acostumbrado ritual desmaquillante. Alberto está acostado con sus ojos cerrados pensando el trabajo que dejó pendiente para el lunes

Julia – Hoy estuve hablando mucho con Juliana por teléfono. Estoy muy preocupada por ella.

Alberto -- ¿Ujum?

Julia – Si. Fíjate que me dijo que se siente sola cuando llega a su casa. Que si no fuera porque en el trabajo conversa contigo y con Alberto José se volvería loca. ¡Es que ese maridito que se gasta! Yo se lo dije: “No te cases tan joven, hija. Espera un poco más hasta que consigas un buen partido”. Y ahora con ese embarazo ¡la pobre! El no la comprende, Negro. Una mujer como Juliana necesita que su esposo la apoye. Los tiempos han cambiado, ya no es como cuando nosotros nos casamos. Antes la vida era más fácil. Una se embarazaba y simplemente se quedaba en su casa y ya. Ahora no. Ahora hay que seguir trabajando hasta los siete u ocho meses, cargando con esa barriga. Es que no mas de pensarlo no sé lo que haría. Porque si tú fueras como ese Manuel, no te hubiera parido tres muchachos. Uno y si acaso.

Juliana tiene un año casada con Manuel y ya cuenta con un embarazo de tres meses. A Julia nunca le gustó Manuel. A Alberto no le parece mala persona, pero para no buscar problemas con su amada esposita procura no alabarlo mucho en su presencia.

Julia – Estoy segura que a Juliana le caería bien que la visitáramos en su casa, pero no creo que a ese señor le guste mucho nuestra presencia

Alberto – Si tu quieres lo llamo y le pregunto si podemos visitarlos el domingo.

Julia – ¿Tú crees?

Alberto – No veo por qué se negaría

Julia – Ok. Llámalo.

Alberto toma el teléfono y marca el número. Cuando escucha que contestan, Alberto habla.

Alberto – ¿Alo? ¿Manuel? … Si, soy Alberto ¿Cómo estás? … Bien … No, no, no; es contigo que quería hablar. Oye Manuel este domingo hay un partido de beisbol de tu equipo favorito ¿verdad? … Las Aguilas, si. ¿Sabías que también es mi equipo favorito? … Pues, sí; sí me gusta el beisbol. Bueno el caso es que estaba pensando en que si no tenías planes para este domingo ¿qué te parece si lo vemos juntos en tu casa? ¿Qué opinas? … Entiendo. Pero oye, ¿y si me llevo a Julia y ella nos prepara la comida y atiende a Juliana? … No, no creo que se moleste. Es más, creo que lo haría más que gustosa porque tiene tiempo que no visita a Juliana. Oye Manuel, si mal no recuerdo te gustan las cervezas ¿verdad? … ¿Ah, no? Porque iba a llevar algunas … Ok, te entiendo. Entonces llevo unos refrescos y unos pasapalos. Bueno que pases buenas noches. Saludos a Juliana. Nos vemos el domingo.

Alberto – Bueno ya oíste. Este domingo nos esperan en casa de Manuel y Juliana, pero tendrás que preparar la comida.

Julia – Así escuché ¿acaso Juliana no puede cocinar?

Alberto – Si puede, pero Manuel no la deja por lo del embarazo y como él no es muy buen cocinero le da pena invitar a comer a otras personas.

Julia – ¿En serio, Negro? ¡Qué considerado es mi querido yerno! ¿Será por eso que Juliana dice que se siente sola? ¿Porque ya no tienen invitados?

Alberto – Puede ser ¡Con razón a veces Juliana llega al trabajo con la comida un poco quemada o insípida! Nosotros le decimos si ya se le olvidó cocinar, pero ella no dice nada.

Julia – ¡Pero con lo de las cervezas si te mintió, eh! Porque yo también recuerdo que se tomaba tres cervezas todos los días antes de cenar. Y los viernes ... ¡Ay los viernes!

Alberto – A mí también me sorprendió al principio, pero me dijo que había dejado de tomar para estar totalmente sobrio en caso de que se presentara una emergencia durante el embarazo.

Julia – O sea ¿Que tiene tres meses sin tomar alcohol?

Alberto – Bueno no me dijo cuánto tiempo tiene sin beber. Solo me dijo que no lo haría hasta que finalizara el embarazo. ¿Qué te pasa Julia? ¿Por qué estas llorando?

Julia – No estoy llorando. Solo me cayó un poco de crema en los ojos.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Analfabeta

Recuerdo la última vez que visité una librería. No fue hace mucho, apenas unos meses atrás cuando tuve que comprar la lista escolar de mi hija menor. Montañas de libros había a mi alrededor: novelas, textos de investigación, revistas, libros de cocina, de manualidades, diccionarios, libros de autoayuda, poemarios, y un largo etcétera.

Pensé en el tiempo invertido no solo en “fabricar” tan inmensa cantidad de material sino también en “crear” y plasmar las ideas de sus respectivos autores. Pensé también en lo que haría la tecnología cuando entrara totalmente en esas librerías: en vez de libros la gente compraría CD, DVD, Pendrives o cualquier otro medio electrónico para cargar esos textos en sus computadoras, teléfonos y tabletas. Pensé que hasta el digno empleo del librero sería eliminado y sustituido por un anónimo servidor desde donde descargar, previo pago con nuestra tarjeta de crédito, la obra literaria de nuestra preferencia. Ese día en la librería, como buen informático, le pregunté a mi esposa por qué la “enciclopedia” que le pedían a mi hija en su lista escolar no venía en formato electrónico, si el caso es que ahora todo es “copiar y pegar”.

No creerán que no me da cierta nostalgia por leer a la antigua usanza. Es realmente relajante tomar un buen libro de cubierta dura, de esos que cuentan con un olor característico y junto a una taza de té, café o tu bebida favorita, disfrutar de una historia apasionante o simplemente indagar sobre un problema o tópico de interés general. En casa de mis padres había muchos libros. No tantos como yo hubiera querido, pero suficientes como para cultivar en mí el amor por la lectura. Claro, no le ganaban a la televisión, pero la competencia era férrea.

Mientras estaba en esa librería, soñé con la utopía de que todo estuviera en formato electrónico. Incontables volúmenes de información, todos los conocimientos que ha adquirido la humanidad en una inmensa biblioteca virtual donde cada quien adquiriera y leyera todo lo que quisiera.

Yo se que este sueño no es nuevo. Muchos antes que yo han tratado el tema. Pero lo traigo a colación porque la triste realidad es que no importa cómo se presenten las obras literarias, no hay quién las lea. Es la misma tecnología la que ha condenado la lectura. Desde la televisión hasta el twitter, pasando por mi preferido "el facebook", todo está diseñado para que la gente no lea y menos escriba. Y como la gente no lee, pues no aprende a escribir. Y como no lee y no escribe finalmente empieza a hablar de manera que resulta críptica, y en muchos casos ofensiva, para quienes culminamos el sexto grado de educación elemental.

Mucha gente cree que una “cita” siempre es un encuentro romántico con alguien, sin saber que también se refiere a un fragmento de un discurso o un escrito producido por otra persona. Los comunicadores sociales y locutores de radio y televisión de Maracaibo en vez de usar correctamente el gentilicio “maracaibero”, repiten hasta el cansancio el inventado “marabino” (hasta la wikipedia lo usa) o el insultante “maracucho”. La juventud de ahora no se preocupa por saber “quién mató al Mar Muerto” o si la obra maestra de Leonardo Da Vinci se llamaba en verdad “la Momia Luisa o la Anaconda”. Los errores ortográficos ya no son solo comunes en la escuela de párvulos sino que hasta estudiantes universitarios y egresados de postgrado en vez de escribir “hacer”, escriben “azer”.

¿De qué vale entonces saber cómo funciona la “bolita” del BB si los mensajes que enviamos son verdaderas obras de arte del jardín de infantes? ¿Quiénes son los analfabetos? ¿Nuestros padres y abuelos que se sorprenden de que moviendo el “ratón” también se mueve el cursor en la pantalla de la computadora o nosotros y nuestros hijos que en la tarjeta de matrimonio escribimos que nos vamos a “cazar con fulano de tal”? Yo me pregunto ¿traerán palomitas, iguanas, conejos o yaguasas?