Bienvenidos

Hola, mi nombre es Imerio Matos. He creado este blog para expresar muchas ideas que rondan por mi mente. Algunas están relacionadas con temas polémicos otras simplemente con gustos y proyectos que me gustaría emprender. Mi intención es colocar aquí cuanta cosa me llame la atención, desde un verso hasta una receta de cocina, desde una crítica hasta consejos de horticultura o crianza de animales de granja.

Son bienvenidos los comentarios respetuosos y sinceros. No son bienvenidas las notas cínicas, sarcásticas o maliciosas.


viernes, 22 de octubre de 2010

¿Una sola carne?

Conversaba hace poco con una de mis hermanas sobre lo que se necesita para lograr que el matrimonio perdure y se convierta en ese ideal que siempre nos pintan los cuentistas y novelistas. Porque, vamos a estar claros, en la mayoría de las historias románticas el galán, después de pelear con dragones, brujas, suegras, cuñadas envidiosas o pretendientes competidores y con billete, se casa con su "dulcinea", quien tampoco se la vio fácil pues la envenenaron, la engañaron, la secuestraron, le tomaron una foto comprometedora y la acusaron de "chica fácil" y pare usted de contar. Pero luego de haber superado todos esos obstáculos el par de tórtolos enamorados se casa y, como dice el cuento, vivieron felices para siempre.

Lo que no nos cuentan es lo que pasó varios meses o años después. ¿Qué pasó después que la esbelta dulcinea quedó embarazada y perdió su hermosa figura o cuando al "príncipe" adorado le creció su pancita cervecera o perdió su hermosa cabellera para dar paso a una reluciente calva? ¿Qué pasó cuando, durante el almuerzo cotidiano después de haber quedado satisfecho por la rica comida que le preparó su amada, aquel "príncipe" lanzó un sonoro eructo o algo peor? ¿Qué pasó cuando cansada de las tareas domésticas (créanme los machos, que las tareas domésticas son agotadoras) la ya no tan preciosa "dulcinea" le dijo NO a las insinuaciones sensuales de su anterior ídolo? ¿O qué fue lo que pasó para que el "lo que tu gustes, mi amor" cambiara por un "siempre se hace lo que a ti te da la gana"?

Mucha tela se ha cortado sobre el tema. Se ha hablado de "que se acabó el amor" o "que nunca hubo amor" o peor aún, "es que se enamoró de otro(a)". En resumen todo es culpa del amor. No estoy de acuerdo con esas tesis. El amor es un sentimiento muy abarcador como para ubicarlo solo en el matrimonio. ¡Con decir que hasta se puede amar a los enemigos! (Mateo 5:44)

Mi tesis es que para que un matrimonio perdure debe existir principalmente respeto mutuo. Y ese respeto comienza por entender y aceptar que nuestro cónyuge es diferente de nosotros. Y esa diferencia no se circunscribe únicamente al asunto del género, porque si no, yo simplemente diría como dicen los franceses: "vive la différence!". Hay que entender que nuestro cónyuge viene de un ambiente familiar y cultural diferente. Las diferencias pueden ser tan diversas que sería imposible enumerarlas todas. Vamos a utilizar un ejemplo clásico de las novelas rosas: el niño rico que se enamora de la niña de escasos recursos. Cualquiera creería que solo basta con que la niña se saque el premio mayor de la lotería para que se le resuelvan todos sus problemas de compatibilidad. Nada mas lejos de la realidad.

¡Es que hasta hablamos diferentes dialectos! Por ejemplo, en mi vida nunca había oído que a la llovizna leve se le llama en algunos sitios harinear, pero mi esposa nunca había oído la palabra pringar (anglicismo por spring), que significa exactamente lo mismo. Entonces si a mi se me ocurre burlarme de la forma de hablar de mi esposa o ella de la mía, no estaríamos mostrándonos respeto, el cual es necesario para que la relación perdure. No se puede amar a quien uno no respeta. Es por eso que sí es posible amar a los enemigos: a los enemigos peligrosos se les respeta.

El respeto también implica el reconocimiento y aceptación de la individualidad. Sin embargo, se ha idealizado la relación matrimonial como el "desarrollo de lo nuestro": ya no somos tu y yo, ahora somos nosotros; ya no es lo tuyo y lo mio, ahora es lo nuestro; etc. Lo siento mucho, pero los zapatos que yo me pongo son míos, no de mi esposa; y lo mismo puedo decir de su ropa interior: es de ella (aunque no falta algún travestido al que le guste vestirse con la ropa de su mujer).

Hace tiempo vi una serie que se llamaba step by step. Trataba de una pareja donde cada uno había tenido tres hijos antes de casarse de nuevo y que ahora tenían una hija de ellos dos. En ese caso se podía decir en cuanto a los hijos: "esos: son los tuyos, estos: son los míos y ésta: la nuestra". Claro está que en la serie se mostraban los pasos (del inglés step) que la familia iba dando para poder congeniar y conseguir la felicidad. También mostraba que los "tuyos" también eran "míos" y viceversa (en inglés las relaciones de esta índole comienzan con la palabra step: stepfather, stepmother, stepsister, stepbrother). Pero se mostraba a todas luces que la aceptación de las diferencias culturales y familiares era parte de los pasos que debían dar cada uno de los miembros de esta familia para poder llevarse bien y mantenerse unidos.

Esto demuestra que el matrimonio no pone fin a la individualidad, mas bien los individuos colaboran para que el proyecto familiar tenga éxito. Esta colaboración pudiera exigir en muchos casos que el individuo voluntariamente y ejerciendo su libre albedrío decida hacer o dejar de hacer algunas cosas por las que no se siente muy inclinado. Por ejemplo, a nadie le gusta limpiar los excrementos de otros, pero los padres y madres lo hacen por sus hijos mientras son bebes e infantes, solo para mencionar este caso. De la misma manera el respeto hacia el otro, la aceptación de nuestras diferencias, nos lleva ceder en muchos aspectos con el fin de mantener la paz y unidad marital y familiar.

Imaginemos que nos hemos reunido con varios amigos para jugar dominó o cartas, solo por diversión, nada de apuestas ni de dinero involucrado. Por supuesto, cada uno de los jugadores queremos ganar, pero no hacemos ningún escándalo si otro gana. Total, solo estamos pasando el rato sanamente. Claro que la competencia agrega emoción al juego, pero lo que realmente apreciamos es la conversación, las bromas, el intercambio emocional con los amigos.

En el matrimonio, a veces cedemos y hacemos las cosas para complacer a nuestro cónyuge; otras veces nuestro cónyuge es el que cede para complacernos. ¿Quien gana o quien pierde? Nadie está pensando en eso. Al final hemos jugado, conversado, reído y lo más importante, hemos vivido.

viernes, 15 de octubre de 2010

No te metas con mis tímpanos

Son las 9:30 de la noche del viernes y uno de mis vecinos ha encendido el equipo de sonido. "Tendrán una fiesta", pienso. "Ojalá termine temprano, para variar". Pero mi esperanza es vana. Desde la 9:30 p.m. hasta las 4:00 a.m. mi "querido" vecino ha puesto una amplia variedad de música "clásica" relajante y popular: vallenato, reggaeton, champeta y más vallenato. Ocasionalmente puso un merengue dominicano, pero nunca salsa, guaracha, bolero, rock u otra variedad más de mi gusto.

No es necesario aclarar que no tengo los mismos gustos que mi "querido" vecino, pero ese no es el problema. ¿han ustedes leído u oído hablar de los decibelios? Pues resulta que el sonido se mide en decibelios. El sonido producido por una conversación normal es de unos 40 decibelios; el de un avión despegando 130 decibelios. Los cientificos llaman al límite de 120 decibelios "umbral de dolor", es decir que es un sonido que cuando lo escuchamos nos produce dolor en los oídos. Entre los 100 y 110 decibelios se le llama "umbral tóxico", y puede llegar a ocasionar lesiones leves en el oído medio (tímpano, yunque, martillo y estribo). Entre los 70 y 90 debelios se producen alteraciones de sueño, estrés, dificultad para la concentración y cansancio. (Mas información en este enlace)

Toda esta cháchara de los decibelios se debe a que mi "querido" vecino coloca el volumen de sus amados vallenato y reggaeton a niveles que ciertamente me vuelven loco. Varias veces me he preguntado si la legislación venezolana no contempla alguna norma en cuanto al derecho de los ciudadanos a dormir y trabajar en paz. Y es que no solamente se trata de mi "querido" vecino. Como mi oficina queda en una zona residencial-comercial, dió la casualidad que justo en frente llegan unos jóvenes a "probar" cómo funcionan los nuevos equipos de audio de sus portentosas "naves".

No tengo ningún problema en que un individuo, haciendo uso de su libre albedrío, se siente al lado de un woofer gigantesco o dentro de una miniteca sobre ruedas, le suba todo el volumen a su aparato y se reviente lo oídos. ¡Cada cabeza es un mundo! El problema es cuando, en su desaforado hedonismo, perturba y enferma a quienes se ven en la imperiosa necesidad de estar a su alrededor.

En varios paises del mundo, incluyendo algunos de Latinoamérica, se han implantado leyes nacionales o locales (municipales) para regular la emisión de ruidos molestos, incluyendo aquellos que pudieran no serlo bajo ciertas circunstancias, como la música.

En Venezuela, la Ley Penal del Ambiente y la Ley Orgánica del Ambiente, no contemplan nada relativo a la contaminación acústica. Existe, sin embargo, el decreto 370 del 19/11/1979 que pone en vigencia el reglamento número 5 de la Ley Orgánica del Ambiente Relativo a Ruidos Molestos. Este reglamento establece incluso horarios y niveles en decibelios que pueden permitirse, pero solo se refiere a las actividades industriales o laborales, no se refiere a, por ejemplo, un ciudadano que coloca un altavoz de dos metros de alto en el frente de su casa para distraerse mientras se toma una cervecitas con su familia.

He creado entonces un grupo en Facebook que he llamado Una Ley que norme el volumen de la música en espacios públicos en Venezuela. Los invito a unirse e invitar a personas afectadas, a abogados, juristas, representantes electos y demás personas interesadas, de modo que entre todos busquemos una solución a este problema. Bienvenidos todos los comentarios.

viernes, 8 de octubre de 2010

El problema de las interpretaciones o ¡Nadie puede leer la mente!

En más de una ocasión algún autor de ciencia ficción ha especulado sobre la telepatía o la facultad de leer la mente de las personas a nuestro alrededor. Ciertamente a los detectives y agentes de la ley les serviría para detectar a los criminales. También serviría para descubrir a cónyuges infieles o a políticos corruptos. Las posibilidades serían infinitas, más si este poder se pudiera controlar a voluntad, es decir, decidir a quién, cuándo y en qué medida leer la mente de alguien.

Pero dejando fuera las películas y libros de ciencia ficción, lo cierto es que los seres humanos no tenemos esa capacidad. Pero algunos creen que si la tienen.

Realmente no leen la mente, sino que interpretan las palabras y las acciones de los demás y llegan a una conclusión basada en su propia experiencia o en el conocimiento previo que tienen del interpretado. Los padres y los cónyuges son un ejemplo común de esta supuesta "telepatía" cuando se usa en el buen sentido.

Luis llega a su casa del trabajo y saluda como siempre a su esposa y sus hijos. Le da un beso a cada uno de los niños y a su esposa un abrazo efusivo. Laura, su esposa, lo mira; "intuye" que algo pasa. No hay nada diferente en la forma en que Luis se ha comportado desde que llegó a casa, pero ella "siente" que algo anda mal. Luis come la cena, pregunta cómo ha estado el día, alaba a su esposa por la buena cena. Uno de los niños le pregunta si le puede ayudar con una tarea. Luis pregunta si es urgente, pues está muy cansado. "Lo sabía", piensa Laura. "El solo dice que no, cuando algo malo ha pasado." Cuando están a solas Laura le grita a su esposo: "A ti te pasa algo raro, cuéntame ya mismo que te traes entre manos". Y Luis responde: "¿De qué hablas, mujer? ¿Qué mosca que te picó?" - "Qué mosca ni que qué ocho cuartos; a mi no me vas a engañar"

Y así la experta telépata ha deducido una historia truculenta de infidelidades, traiciones, crímenes y hasta asesinatos. Lo cual es posible, pero poco probable.

También hay historias felices de coincidencias agradables donde pareciera que una persona adivina lo que otra piensa o necesita. Pero es importante destacar que son coincidencias. Ese "sentimiento", esa "intuición" muchas veces se debe al conocimiento previo de la conducta y modo de pensar de quienes nos rodean, lo que nos permite predecir hasta cierto grado su reacción ante ciertos sucesos o imaginar sus necesidades, lo que nos lleva a intentar ayudarles.

Lamentáblemente se recuerdan con mayor facilidad los casos negativos como el ejemplo mencionado primero

¿Qué puede hacerse para evitar ser víctima de un telépata de oficio o peor aún, convertirse en uno?

En primer lugar tenemos que reconocer que es imposible conocer perfectamente a otra persona. Podemos conocerla bien o hasta muy bien, pero habrá muchas cosas que no conocemos y que por lo tanto no podremos asumir cómo responderá a ciertas situaciones o bajos ciertos problemas. Asi que lo mejor que podemos hacer es establecer comunicación. Preguntarle a la otra persona qué quiere hacer, qué piensa, qué siente, qué necesita. Es posible que en principio no sea fácil que nos den respuestas, pero debemos insistir en tratar de ganarnos la confianza de nuestro interlocutor para que éste se abra y conteste las preguntas que nos permitirán ayudarlo.

En segundo lugar debemos aceptar que es posible que las respuestas que obtengamos no sean las esperábamos obtener. Nuestros amigos no son iguales a nosotros y no debemos pretender que lo sean. Por lo que debemos escuchar sus respuestas con paciencia y humildad aunque quizás no sean de nuestro agrado. Es válido querer tratar de cambiar la opinión de otra persona, pero para hacerlo debemos demostrarle que hemos escuchado su opinión y la hemos considerado con seriedad. Así que es necesario escuchar con atención y valorar respetuosamente las opiniones ajenas, ser abierto a nuevas ideas. Luego podemos mostrarle otra solución u otra forma de hacer las cosas, presentando razones válidas y convincentes.

En tercer lugar debemos de evitar la tentación de emitir juicios de valor sobre las acciones ajenas sin el conocimiento previo de todos los detalles implicados. La misericordia es una hermosa cualidad que debemos cultivar. Es posible que nuestros valores morales no toleren cierta conducta, pero no por ello debemos odiar a las personas que la hayan practicado. Seamos estrictos solo cuando sea necesario y misericordiosos siempre que sea posible. Hay que darles a todos el beneficio de la duda, es decir, hasta que conozcamos todos los hechos debemos procurar pensar que la intención de las personas es siempre buena aun cuando los resultados no sean los esperados.

Finalmente, debemos aceptar que no somos los dueños de toda la verdad, no somos amos sobre la vida de los demás y no somos infalibles. Otros pueden tener mejores ideas que las nuestras, no tenemos el derecho de decidir por otras personas y siempre habrá más de un momento en que nos equivocaremos.