Bienvenidos

Hola, mi nombre es Imerio Matos. He creado este blog para expresar muchas ideas que rondan por mi mente. Algunas están relacionadas con temas polémicos otras simplemente con gustos y proyectos que me gustaría emprender. Mi intención es colocar aquí cuanta cosa me llame la atención, desde un verso hasta una receta de cocina, desde una crítica hasta consejos de horticultura o crianza de animales de granja.

Son bienvenidos los comentarios respetuosos y sinceros. No son bienvenidas las notas cínicas, sarcásticas o maliciosas.


jueves, 11 de noviembre de 2010

Alberto y Julia

Las siguientes dos piezas son algo nuevo que estoy ensayando. Yo diría que son unos embriones de piezas de ficción teatral. Se trata de un diálogo entre dos personajes, marido y mujer, en ambientes propios de una relación de pareja de edad madura. Estas dos piezas son cortas: unas 650 palabras cada una. Ambas llevan un mensaje implícito, pero a la vez cuentan con un cierto sentido de humor negro que les arrancaran al menos una sonrisa. Espero que las disfruten.

 

Prologo:

Alberto y Julia son una pareja cincuentenaria. Llevan treinta años casados. Tres hijos: El mayor, Alberto José, de 27; la hija, Juliana, de 25; y el menor, Julio Andrés, de 20. Solo el menor aun vive con ellos. De clase media trabajadora, Alberto y Julia han tenido que trabajar duro para conseguir y mantener su nivel de vida y darle educación universitaria a cada uno de sus hijos. Alberto es contratista de obras civiles. Junto con su padre trabajó de albañil, plomero, electricista, jardinero y chofer. Julia tomó un curso de secretariado y administración de empresas al terminar su educación media. Conoció a Alberto cuando este iniciaba su microempresa y se casaron. Juntos levantaron su familia y el negocio familiar. Ahora casi están retirados y dejan mucho del trabajo en manos de sus dos hijos mayores.

 

Feis-buc

Son alrededor de las 10:00 de la noche. Alberto está sentado dentro de la cama del matrimonio con su nueva computadora portátil. Llegó tarde a la tecnología pero ha emprendido la tarea de actualizarse como todas las cosas en su vida: como si mañana se fuera a acabar el mundo. Julia se acuesta a su lado para mirar la pantalla de la computadora.

Julia – ¿Qué haces, negro?

Alberto es blanco como la leche aunque su ya escaso cabello era negro como el carbón, pero Julia siempre lo ha llamado Negro. Alberto no sabe, y no se atreve a preguntar, la razón de tal apelativo. Pero a veces piensa que lo de Negro le hace recordar a los esclavos.

Julia – ¿Qué haces, negro?

Alberto – Leyendo el Facebook

Julia – ¿El Feis-buc? ¿Eso es una página pornográfica?

Alberto – ¿Pornográfica? No, mi amor, es una red social.

Julia – Una red social ¿Y eso que es?

Alberto – Pues una página donde te puedes relacionar con gente con la que quizás tienes tiempo sin ver o que no tratas con mucha frecuencia o a la que te gustaría conocer.

Julia -- ¿Y con quién te has relacionado últimamente?

Su meteorólogo marital le dice a Alberto que el clima está por cambiar.

Alberto – Con mucha gente. Clientes, familiares, antiguos amigos del colegio. Los muchachos también tienen una cuenta acá en el Facebook. De hecho fue Julio Andrés el que me enseñó a crear una cuenta. Mira. Acá está su foto. Y aquí está la de Juliana y esta es la de Alberto José.

Julia – Uhmm ¿Y esta mujer quién es?

Alberto – Una excompañera del colegio. No la conoces. Se llama Encarnación. Tenía más de 30 años que no sabía de ella. Acá también están otros de aquella época: José Marcano, Teresa Fuentes, Pedro Torres, Luis Vargas. Todos hemos coincidido por el Facebook y hasta hemos pensado en hacer una fiestecita para recordar viejos tiempos. Claro que llevando a nuestros actuales esposos y esposas.

Julia – Ok. ¿Y esta niña tan coqueta quién es?

Alberto – ¿No la reconoces? Esa es Carmen, la excompañera de tesis de Juliana. Tu sabes cómo es ella ¿te acuerdas de las fotos de la graduación de Juliana? ¿las poses que asumió? Sí que es loca esa muchacha.

Alberto escucha su meteorólogo marital: “Lluvias dispersas con posibilidades de tormentas eléctricas si sigue la conversación”

Julia – ¿Y esta otra niña?

Alberto – Esa es Gina, la hija del Sr. Giusseppe de la constructora Cappressi. Me hizo una invitación y la acepte entre mis contactos

Julia – Un momentico Sr. Alberto

Alberto siempre se sorprende de la facilidad con que Julia cambia de Negro a Sr. Alberto

Julia – ¿Me está usted diciendo que esa niña de 18 años le invitó a usted y que usted sin más ni más aceptó y ahora está entre sus contactos? ¿A dónde le invitó esa niña? ¿Quién más está entre sus contactos? Yo sabía que ese Feis-buc sí era una página pornográfica. No me está gustando esa nueva manía que tienes ahora con las computadoras y el celular. Te la pasas todo el día en el trabajo metido en esas maquinas y cuando llegas acá es lo mismo. Y para colmo te relacionas con esas niñas. Mucho cuidado Sr. Alberto, mucho cuidado. Tú sabes muy bien quién soy yo.

Alberto apaga la computadora, se levanta de la cama y entra en el cuarto de su hijo menor

Alberto – Julio Andrés, dice tu mamá que le expliques lo del Facebook y que le enseñes a crear una cuenta. Acá tienes mi nueva portátil. Por cierto, está tan interesada que creo que no te va a dejar dormir de tantas preguntas, así que hoy yo voy a dormir en tu cuarto. Hasta mañana.

Y mientras su hijo quedaba boquiabierto con la portátil en las manos, Alberto cerraba con seguro la puerta pensando si lo que acababa de hacer era ser buen padre.

 

El Partido

Son las 9:30 de la noche del viernes y Julia está sentada frente a su peinadora en su acostumbrado ritual desmaquillante. Alberto está acostado con sus ojos cerrados pensando el trabajo que dejó pendiente para el lunes

Julia – Hoy estuve hablando mucho con Juliana por teléfono. Estoy muy preocupada por ella.

Alberto -- ¿Ujum?

Julia – Si. Fíjate que me dijo que se siente sola cuando llega a su casa. Que si no fuera porque en el trabajo conversa contigo y con Alberto José se volvería loca. ¡Es que ese maridito que se gasta! Yo se lo dije: “No te cases tan joven, hija. Espera un poco más hasta que consigas un buen partido”. Y ahora con ese embarazo ¡la pobre! El no la comprende, Negro. Una mujer como Juliana necesita que su esposo la apoye. Los tiempos han cambiado, ya no es como cuando nosotros nos casamos. Antes la vida era más fácil. Una se embarazaba y simplemente se quedaba en su casa y ya. Ahora no. Ahora hay que seguir trabajando hasta los siete u ocho meses, cargando con esa barriga. Es que no mas de pensarlo no sé lo que haría. Porque si tú fueras como ese Manuel, no te hubiera parido tres muchachos. Uno y si acaso.

Juliana tiene un año casada con Manuel y ya cuenta con un embarazo de tres meses. A Julia nunca le gustó Manuel. A Alberto no le parece mala persona, pero para no buscar problemas con su amada esposita procura no alabarlo mucho en su presencia.

Julia – Estoy segura que a Juliana le caería bien que la visitáramos en su casa, pero no creo que a ese señor le guste mucho nuestra presencia

Alberto – Si tu quieres lo llamo y le pregunto si podemos visitarlos el domingo.

Julia – ¿Tú crees?

Alberto – No veo por qué se negaría

Julia – Ok. Llámalo.

Alberto toma el teléfono y marca el número. Cuando escucha que contestan, Alberto habla.

Alberto – ¿Alo? ¿Manuel? … Si, soy Alberto ¿Cómo estás? … Bien … No, no, no; es contigo que quería hablar. Oye Manuel este domingo hay un partido de beisbol de tu equipo favorito ¿verdad? … Las Aguilas, si. ¿Sabías que también es mi equipo favorito? … Pues, sí; sí me gusta el beisbol. Bueno el caso es que estaba pensando en que si no tenías planes para este domingo ¿qué te parece si lo vemos juntos en tu casa? ¿Qué opinas? … Entiendo. Pero oye, ¿y si me llevo a Julia y ella nos prepara la comida y atiende a Juliana? … No, no creo que se moleste. Es más, creo que lo haría más que gustosa porque tiene tiempo que no visita a Juliana. Oye Manuel, si mal no recuerdo te gustan las cervezas ¿verdad? … ¿Ah, no? Porque iba a llevar algunas … Ok, te entiendo. Entonces llevo unos refrescos y unos pasapalos. Bueno que pases buenas noches. Saludos a Juliana. Nos vemos el domingo.

Alberto – Bueno ya oíste. Este domingo nos esperan en casa de Manuel y Juliana, pero tendrás que preparar la comida.

Julia – Así escuché ¿acaso Juliana no puede cocinar?

Alberto – Si puede, pero Manuel no la deja por lo del embarazo y como él no es muy buen cocinero le da pena invitar a comer a otras personas.

Julia – ¿En serio, Negro? ¡Qué considerado es mi querido yerno! ¿Será por eso que Juliana dice que se siente sola? ¿Porque ya no tienen invitados?

Alberto – Puede ser ¡Con razón a veces Juliana llega al trabajo con la comida un poco quemada o insípida! Nosotros le decimos si ya se le olvidó cocinar, pero ella no dice nada.

Julia – ¡Pero con lo de las cervezas si te mintió, eh! Porque yo también recuerdo que se tomaba tres cervezas todos los días antes de cenar. Y los viernes ... ¡Ay los viernes!

Alberto – A mí también me sorprendió al principio, pero me dijo que había dejado de tomar para estar totalmente sobrio en caso de que se presentara una emergencia durante el embarazo.

Julia – O sea ¿Que tiene tres meses sin tomar alcohol?

Alberto – Bueno no me dijo cuánto tiempo tiene sin beber. Solo me dijo que no lo haría hasta que finalizara el embarazo. ¿Qué te pasa Julia? ¿Por qué estas llorando?

Julia – No estoy llorando. Solo me cayó un poco de crema en los ojos.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Analfabeta

Recuerdo la última vez que visité una librería. No fue hace mucho, apenas unos meses atrás cuando tuve que comprar la lista escolar de mi hija menor. Montañas de libros había a mi alrededor: novelas, textos de investigación, revistas, libros de cocina, de manualidades, diccionarios, libros de autoayuda, poemarios, y un largo etcétera.

Pensé en el tiempo invertido no solo en “fabricar” tan inmensa cantidad de material sino también en “crear” y plasmar las ideas de sus respectivos autores. Pensé también en lo que haría la tecnología cuando entrara totalmente en esas librerías: en vez de libros la gente compraría CD, DVD, Pendrives o cualquier otro medio electrónico para cargar esos textos en sus computadoras, teléfonos y tabletas. Pensé que hasta el digno empleo del librero sería eliminado y sustituido por un anónimo servidor desde donde descargar, previo pago con nuestra tarjeta de crédito, la obra literaria de nuestra preferencia. Ese día en la librería, como buen informático, le pregunté a mi esposa por qué la “enciclopedia” que le pedían a mi hija en su lista escolar no venía en formato electrónico, si el caso es que ahora todo es “copiar y pegar”.

No creerán que no me da cierta nostalgia por leer a la antigua usanza. Es realmente relajante tomar un buen libro de cubierta dura, de esos que cuentan con un olor característico y junto a una taza de té, café o tu bebida favorita, disfrutar de una historia apasionante o simplemente indagar sobre un problema o tópico de interés general. En casa de mis padres había muchos libros. No tantos como yo hubiera querido, pero suficientes como para cultivar en mí el amor por la lectura. Claro, no le ganaban a la televisión, pero la competencia era férrea.

Mientras estaba en esa librería, soñé con la utopía de que todo estuviera en formato electrónico. Incontables volúmenes de información, todos los conocimientos que ha adquirido la humanidad en una inmensa biblioteca virtual donde cada quien adquiriera y leyera todo lo que quisiera.

Yo se que este sueño no es nuevo. Muchos antes que yo han tratado el tema. Pero lo traigo a colación porque la triste realidad es que no importa cómo se presenten las obras literarias, no hay quién las lea. Es la misma tecnología la que ha condenado la lectura. Desde la televisión hasta el twitter, pasando por mi preferido "el facebook", todo está diseñado para que la gente no lea y menos escriba. Y como la gente no lee, pues no aprende a escribir. Y como no lee y no escribe finalmente empieza a hablar de manera que resulta críptica, y en muchos casos ofensiva, para quienes culminamos el sexto grado de educación elemental.

Mucha gente cree que una “cita” siempre es un encuentro romántico con alguien, sin saber que también se refiere a un fragmento de un discurso o un escrito producido por otra persona. Los comunicadores sociales y locutores de radio y televisión de Maracaibo en vez de usar correctamente el gentilicio “maracaibero”, repiten hasta el cansancio el inventado “marabino” (hasta la wikipedia lo usa) o el insultante “maracucho”. La juventud de ahora no se preocupa por saber “quién mató al Mar Muerto” o si la obra maestra de Leonardo Da Vinci se llamaba en verdad “la Momia Luisa o la Anaconda”. Los errores ortográficos ya no son solo comunes en la escuela de párvulos sino que hasta estudiantes universitarios y egresados de postgrado en vez de escribir “hacer”, escriben “azer”.

¿De qué vale entonces saber cómo funciona la “bolita” del BB si los mensajes que enviamos son verdaderas obras de arte del jardín de infantes? ¿Quiénes son los analfabetos? ¿Nuestros padres y abuelos que se sorprenden de que moviendo el “ratón” también se mueve el cursor en la pantalla de la computadora o nosotros y nuestros hijos que en la tarjeta de matrimonio escribimos que nos vamos a “cazar con fulano de tal”? Yo me pregunto ¿traerán palomitas, iguanas, conejos o yaguasas?

viernes, 22 de octubre de 2010

¿Una sola carne?

Conversaba hace poco con una de mis hermanas sobre lo que se necesita para lograr que el matrimonio perdure y se convierta en ese ideal que siempre nos pintan los cuentistas y novelistas. Porque, vamos a estar claros, en la mayoría de las historias románticas el galán, después de pelear con dragones, brujas, suegras, cuñadas envidiosas o pretendientes competidores y con billete, se casa con su "dulcinea", quien tampoco se la vio fácil pues la envenenaron, la engañaron, la secuestraron, le tomaron una foto comprometedora y la acusaron de "chica fácil" y pare usted de contar. Pero luego de haber superado todos esos obstáculos el par de tórtolos enamorados se casa y, como dice el cuento, vivieron felices para siempre.

Lo que no nos cuentan es lo que pasó varios meses o años después. ¿Qué pasó después que la esbelta dulcinea quedó embarazada y perdió su hermosa figura o cuando al "príncipe" adorado le creció su pancita cervecera o perdió su hermosa cabellera para dar paso a una reluciente calva? ¿Qué pasó cuando, durante el almuerzo cotidiano después de haber quedado satisfecho por la rica comida que le preparó su amada, aquel "príncipe" lanzó un sonoro eructo o algo peor? ¿Qué pasó cuando cansada de las tareas domésticas (créanme los machos, que las tareas domésticas son agotadoras) la ya no tan preciosa "dulcinea" le dijo NO a las insinuaciones sensuales de su anterior ídolo? ¿O qué fue lo que pasó para que el "lo que tu gustes, mi amor" cambiara por un "siempre se hace lo que a ti te da la gana"?

Mucha tela se ha cortado sobre el tema. Se ha hablado de "que se acabó el amor" o "que nunca hubo amor" o peor aún, "es que se enamoró de otro(a)". En resumen todo es culpa del amor. No estoy de acuerdo con esas tesis. El amor es un sentimiento muy abarcador como para ubicarlo solo en el matrimonio. ¡Con decir que hasta se puede amar a los enemigos! (Mateo 5:44)

Mi tesis es que para que un matrimonio perdure debe existir principalmente respeto mutuo. Y ese respeto comienza por entender y aceptar que nuestro cónyuge es diferente de nosotros. Y esa diferencia no se circunscribe únicamente al asunto del género, porque si no, yo simplemente diría como dicen los franceses: "vive la différence!". Hay que entender que nuestro cónyuge viene de un ambiente familiar y cultural diferente. Las diferencias pueden ser tan diversas que sería imposible enumerarlas todas. Vamos a utilizar un ejemplo clásico de las novelas rosas: el niño rico que se enamora de la niña de escasos recursos. Cualquiera creería que solo basta con que la niña se saque el premio mayor de la lotería para que se le resuelvan todos sus problemas de compatibilidad. Nada mas lejos de la realidad.

¡Es que hasta hablamos diferentes dialectos! Por ejemplo, en mi vida nunca había oído que a la llovizna leve se le llama en algunos sitios harinear, pero mi esposa nunca había oído la palabra pringar (anglicismo por spring), que significa exactamente lo mismo. Entonces si a mi se me ocurre burlarme de la forma de hablar de mi esposa o ella de la mía, no estaríamos mostrándonos respeto, el cual es necesario para que la relación perdure. No se puede amar a quien uno no respeta. Es por eso que sí es posible amar a los enemigos: a los enemigos peligrosos se les respeta.

El respeto también implica el reconocimiento y aceptación de la individualidad. Sin embargo, se ha idealizado la relación matrimonial como el "desarrollo de lo nuestro": ya no somos tu y yo, ahora somos nosotros; ya no es lo tuyo y lo mio, ahora es lo nuestro; etc. Lo siento mucho, pero los zapatos que yo me pongo son míos, no de mi esposa; y lo mismo puedo decir de su ropa interior: es de ella (aunque no falta algún travestido al que le guste vestirse con la ropa de su mujer).

Hace tiempo vi una serie que se llamaba step by step. Trataba de una pareja donde cada uno había tenido tres hijos antes de casarse de nuevo y que ahora tenían una hija de ellos dos. En ese caso se podía decir en cuanto a los hijos: "esos: son los tuyos, estos: son los míos y ésta: la nuestra". Claro está que en la serie se mostraban los pasos (del inglés step) que la familia iba dando para poder congeniar y conseguir la felicidad. También mostraba que los "tuyos" también eran "míos" y viceversa (en inglés las relaciones de esta índole comienzan con la palabra step: stepfather, stepmother, stepsister, stepbrother). Pero se mostraba a todas luces que la aceptación de las diferencias culturales y familiares era parte de los pasos que debían dar cada uno de los miembros de esta familia para poder llevarse bien y mantenerse unidos.

Esto demuestra que el matrimonio no pone fin a la individualidad, mas bien los individuos colaboran para que el proyecto familiar tenga éxito. Esta colaboración pudiera exigir en muchos casos que el individuo voluntariamente y ejerciendo su libre albedrío decida hacer o dejar de hacer algunas cosas por las que no se siente muy inclinado. Por ejemplo, a nadie le gusta limpiar los excrementos de otros, pero los padres y madres lo hacen por sus hijos mientras son bebes e infantes, solo para mencionar este caso. De la misma manera el respeto hacia el otro, la aceptación de nuestras diferencias, nos lleva ceder en muchos aspectos con el fin de mantener la paz y unidad marital y familiar.

Imaginemos que nos hemos reunido con varios amigos para jugar dominó o cartas, solo por diversión, nada de apuestas ni de dinero involucrado. Por supuesto, cada uno de los jugadores queremos ganar, pero no hacemos ningún escándalo si otro gana. Total, solo estamos pasando el rato sanamente. Claro que la competencia agrega emoción al juego, pero lo que realmente apreciamos es la conversación, las bromas, el intercambio emocional con los amigos.

En el matrimonio, a veces cedemos y hacemos las cosas para complacer a nuestro cónyuge; otras veces nuestro cónyuge es el que cede para complacernos. ¿Quien gana o quien pierde? Nadie está pensando en eso. Al final hemos jugado, conversado, reído y lo más importante, hemos vivido.

viernes, 15 de octubre de 2010

No te metas con mis tímpanos

Son las 9:30 de la noche del viernes y uno de mis vecinos ha encendido el equipo de sonido. "Tendrán una fiesta", pienso. "Ojalá termine temprano, para variar". Pero mi esperanza es vana. Desde la 9:30 p.m. hasta las 4:00 a.m. mi "querido" vecino ha puesto una amplia variedad de música "clásica" relajante y popular: vallenato, reggaeton, champeta y más vallenato. Ocasionalmente puso un merengue dominicano, pero nunca salsa, guaracha, bolero, rock u otra variedad más de mi gusto.

No es necesario aclarar que no tengo los mismos gustos que mi "querido" vecino, pero ese no es el problema. ¿han ustedes leído u oído hablar de los decibelios? Pues resulta que el sonido se mide en decibelios. El sonido producido por una conversación normal es de unos 40 decibelios; el de un avión despegando 130 decibelios. Los cientificos llaman al límite de 120 decibelios "umbral de dolor", es decir que es un sonido que cuando lo escuchamos nos produce dolor en los oídos. Entre los 100 y 110 decibelios se le llama "umbral tóxico", y puede llegar a ocasionar lesiones leves en el oído medio (tímpano, yunque, martillo y estribo). Entre los 70 y 90 debelios se producen alteraciones de sueño, estrés, dificultad para la concentración y cansancio. (Mas información en este enlace)

Toda esta cháchara de los decibelios se debe a que mi "querido" vecino coloca el volumen de sus amados vallenato y reggaeton a niveles que ciertamente me vuelven loco. Varias veces me he preguntado si la legislación venezolana no contempla alguna norma en cuanto al derecho de los ciudadanos a dormir y trabajar en paz. Y es que no solamente se trata de mi "querido" vecino. Como mi oficina queda en una zona residencial-comercial, dió la casualidad que justo en frente llegan unos jóvenes a "probar" cómo funcionan los nuevos equipos de audio de sus portentosas "naves".

No tengo ningún problema en que un individuo, haciendo uso de su libre albedrío, se siente al lado de un woofer gigantesco o dentro de una miniteca sobre ruedas, le suba todo el volumen a su aparato y se reviente lo oídos. ¡Cada cabeza es un mundo! El problema es cuando, en su desaforado hedonismo, perturba y enferma a quienes se ven en la imperiosa necesidad de estar a su alrededor.

En varios paises del mundo, incluyendo algunos de Latinoamérica, se han implantado leyes nacionales o locales (municipales) para regular la emisión de ruidos molestos, incluyendo aquellos que pudieran no serlo bajo ciertas circunstancias, como la música.

En Venezuela, la Ley Penal del Ambiente y la Ley Orgánica del Ambiente, no contemplan nada relativo a la contaminación acústica. Existe, sin embargo, el decreto 370 del 19/11/1979 que pone en vigencia el reglamento número 5 de la Ley Orgánica del Ambiente Relativo a Ruidos Molestos. Este reglamento establece incluso horarios y niveles en decibelios que pueden permitirse, pero solo se refiere a las actividades industriales o laborales, no se refiere a, por ejemplo, un ciudadano que coloca un altavoz de dos metros de alto en el frente de su casa para distraerse mientras se toma una cervecitas con su familia.

He creado entonces un grupo en Facebook que he llamado Una Ley que norme el volumen de la música en espacios públicos en Venezuela. Los invito a unirse e invitar a personas afectadas, a abogados, juristas, representantes electos y demás personas interesadas, de modo que entre todos busquemos una solución a este problema. Bienvenidos todos los comentarios.

viernes, 8 de octubre de 2010

El problema de las interpretaciones o ¡Nadie puede leer la mente!

En más de una ocasión algún autor de ciencia ficción ha especulado sobre la telepatía o la facultad de leer la mente de las personas a nuestro alrededor. Ciertamente a los detectives y agentes de la ley les serviría para detectar a los criminales. También serviría para descubrir a cónyuges infieles o a políticos corruptos. Las posibilidades serían infinitas, más si este poder se pudiera controlar a voluntad, es decir, decidir a quién, cuándo y en qué medida leer la mente de alguien.

Pero dejando fuera las películas y libros de ciencia ficción, lo cierto es que los seres humanos no tenemos esa capacidad. Pero algunos creen que si la tienen.

Realmente no leen la mente, sino que interpretan las palabras y las acciones de los demás y llegan a una conclusión basada en su propia experiencia o en el conocimiento previo que tienen del interpretado. Los padres y los cónyuges son un ejemplo común de esta supuesta "telepatía" cuando se usa en el buen sentido.

Luis llega a su casa del trabajo y saluda como siempre a su esposa y sus hijos. Le da un beso a cada uno de los niños y a su esposa un abrazo efusivo. Laura, su esposa, lo mira; "intuye" que algo pasa. No hay nada diferente en la forma en que Luis se ha comportado desde que llegó a casa, pero ella "siente" que algo anda mal. Luis come la cena, pregunta cómo ha estado el día, alaba a su esposa por la buena cena. Uno de los niños le pregunta si le puede ayudar con una tarea. Luis pregunta si es urgente, pues está muy cansado. "Lo sabía", piensa Laura. "El solo dice que no, cuando algo malo ha pasado." Cuando están a solas Laura le grita a su esposo: "A ti te pasa algo raro, cuéntame ya mismo que te traes entre manos". Y Luis responde: "¿De qué hablas, mujer? ¿Qué mosca que te picó?" - "Qué mosca ni que qué ocho cuartos; a mi no me vas a engañar"

Y así la experta telépata ha deducido una historia truculenta de infidelidades, traiciones, crímenes y hasta asesinatos. Lo cual es posible, pero poco probable.

También hay historias felices de coincidencias agradables donde pareciera que una persona adivina lo que otra piensa o necesita. Pero es importante destacar que son coincidencias. Ese "sentimiento", esa "intuición" muchas veces se debe al conocimiento previo de la conducta y modo de pensar de quienes nos rodean, lo que nos permite predecir hasta cierto grado su reacción ante ciertos sucesos o imaginar sus necesidades, lo que nos lleva a intentar ayudarles.

Lamentáblemente se recuerdan con mayor facilidad los casos negativos como el ejemplo mencionado primero

¿Qué puede hacerse para evitar ser víctima de un telépata de oficio o peor aún, convertirse en uno?

En primer lugar tenemos que reconocer que es imposible conocer perfectamente a otra persona. Podemos conocerla bien o hasta muy bien, pero habrá muchas cosas que no conocemos y que por lo tanto no podremos asumir cómo responderá a ciertas situaciones o bajos ciertos problemas. Asi que lo mejor que podemos hacer es establecer comunicación. Preguntarle a la otra persona qué quiere hacer, qué piensa, qué siente, qué necesita. Es posible que en principio no sea fácil que nos den respuestas, pero debemos insistir en tratar de ganarnos la confianza de nuestro interlocutor para que éste se abra y conteste las preguntas que nos permitirán ayudarlo.

En segundo lugar debemos aceptar que es posible que las respuestas que obtengamos no sean las esperábamos obtener. Nuestros amigos no son iguales a nosotros y no debemos pretender que lo sean. Por lo que debemos escuchar sus respuestas con paciencia y humildad aunque quizás no sean de nuestro agrado. Es válido querer tratar de cambiar la opinión de otra persona, pero para hacerlo debemos demostrarle que hemos escuchado su opinión y la hemos considerado con seriedad. Así que es necesario escuchar con atención y valorar respetuosamente las opiniones ajenas, ser abierto a nuevas ideas. Luego podemos mostrarle otra solución u otra forma de hacer las cosas, presentando razones válidas y convincentes.

En tercer lugar debemos de evitar la tentación de emitir juicios de valor sobre las acciones ajenas sin el conocimiento previo de todos los detalles implicados. La misericordia es una hermosa cualidad que debemos cultivar. Es posible que nuestros valores morales no toleren cierta conducta, pero no por ello debemos odiar a las personas que la hayan practicado. Seamos estrictos solo cuando sea necesario y misericordiosos siempre que sea posible. Hay que darles a todos el beneficio de la duda, es decir, hasta que conozcamos todos los hechos debemos procurar pensar que la intención de las personas es siempre buena aun cuando los resultados no sean los esperados.

Finalmente, debemos aceptar que no somos los dueños de toda la verdad, no somos amos sobre la vida de los demás y no somos infalibles. Otros pueden tener mejores ideas que las nuestras, no tenemos el derecho de decidir por otras personas y siempre habrá más de un momento en que nos equivocaremos.

miércoles, 11 de agosto de 2010

De mal agradecidos y otros bichos que pululan por ahí

"Cría cuervos y te sacarán los ojos"

"Mientras mas conozco a la gente, más quiero a mi perro"

"El mal tiempo trae bienes consigo: huyen las moscas y los malos amigos."

Una de las peores decepciones que podemos llevarnos es con un mal agradecido: alguien que paga con mal los actos de bondad que se ejecutaron a favor de él. Existen algunas variedades de mal agradecidos. Los hay que, más que mal agradecidos, son mal educados. Son esos que no dan un simple "gracias", o no dicen "por favor" al pedir algo. Pero también los hay que son realmente malos y traicioneros: esos que guardan un cuchillo en la mano izquierda mientras que con la derecha te dan un abrazo. Marco Junio Bruto es un ejemplo. Éste fue a quien Julio Cesar dirigió las famosas palabras: ¿Y tú también, Bruto?, cuando fue apuñalado y asesinado.

Claro está, la mayoría de los mal agradecidos con los cuales nos topamos o tenemos la desdicha de conocer, no son de está última categoría. Normalmente están entre los mal educados y los ligeramente malos, aunque no por eso deja de ser amargo tratar con estos. Estos son como el chiste de la mujer que le pregunta al marido, cuando éste llega hambriento del trabajo y se sienta a la mesa: "Mi amor, ¿te sirvo?" y aquel contesta: "A veces".

Pero seamos honestos, todos somos en alguna medida mal agradecidos o lo hemos sido en algún momento de nuestra vida. Así que ¿por qué mirar tan frecuentemente "la paja en el ojo de nuestro vecino", sin darnos cuenta que de "paja" tenemos hecho el rabo? Si seguimos con lo de los refranes valdría recordar aquel que dice "Haz el bien y no mires a quien" o el otro "Cuídame, Señor, de las aguas mansas, que de las bravas me cuido yo".

Algunas veces nos sentimos tan heridos por las acciones de quienes nos rodean que caemos en un círculo de negatividad hacia los demás. Tal fue el caso del filosofo griego Platón a quien se le atribuye el segundo dicho con que comienza este post. Es una exageración enfermiza preferir a un animal, a la compañía de nuestros semejantes. Probablemente a Platón le hubiera sido beneficioso consultar con algún psiquiatra y tomarse algún antidepresivo.

Aunque es cierto que no somos de piedra, si podemos ver a los demás y a nosotros mismos en una dimensión más justa y equilibrada, no esperando, ni mucho menos exigiendo, más de lo que cada persona puede dar. Aquí viene a mi memoria un pensamiento bíblico: "Ninguna tentación los ha tomado a ustedes salvo lo que es común a los hombres. Pero Dios es fiel, y no dejará que sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que junto con la tentación también dispondrá la salida para que puedan aguantarla"- 1 Corintios 10:13

Finalmente recordemos al difunto cantante mexicano, Don Pedro Vargas, quien finalizaba siempre sus presentaciones con la frase "Muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido"

sábado, 31 de julio de 2010

Una fotografía

Bajo un sol deslumbrante
que hace mis ojos parpadear
tomo una foto vibrante
de un jardin sin igual

No son flores lo que veo
no son árboles ni macetas
no son aves ni mascotas
hay en mis ojos un deseo

En esta foto que he tomado
aparecen tres plantitas hermosas
Crecen juntas a mi lado
Son mis hijas y mi esposa